Los ajedrecistas tienden a repetir jugadas conocidas, incluso cuando las reglas cambian

El año pasado, mi hijo se unió al club de ajedrez del instituto y comenzó a usarme como su compañero de práctica, a pesar de que yo no tengo experiencia en el juego. En el ajedrez clásico, el primer movimiento es crucial. Hay 20 posibles jugadas de apertura, como avanzar uno de los peones uno o dos espacios o mover uno de los caballos a una de sus cuatro casillas posibles. Esa primera jugada define el desarrollo de la partida y, en gran medida, las probabilidades de victoria. Yo probé todo tipo de aperturas, incluso algunas bastante poco ortodoxas, como avanzar un solo espacio el peón del extremo derecho. El resultado fue tan desastroso que nunca volví a repetir esa jugada.

Sin embargo, una jugada que normalmente no tiene muchas posibilidades de éxito en el ajedrez convencional podría ser efectiva en una versión alternativa del juego llamada Chess960. En esta variante, que tiene varias décadas de existencia, los peones siguen alineados en la fila delantera, pero las piezas de la fila trasera se disponen al azar, aunque de manera simétrica para ambos jugadores. Es un entorno caótico en el que, a pesar de los cambios, muchos jugadores siguen optando por las jugadas clásicas, incluso cuando otras menos convencionales podrían ofrecer mejores resultados. Así lo señala un estudio reciente publicado en un documento de trabajo del National Bureau of Economic Research.

Las conclusiones de esta investigación ofrecen pistas sobre cómo tomamos decisiones en contextos donde las reglas habituales ya no se aplican.

“Lo lógico sería pensar que, si cambia el entorno, quienes toman decisiones deberían replantearse sus opciones desde cero”, explica Yuval Salant, científico del comportamiento en la Universidad Northwestern, en Evanston, Illinois. Pero cuando las personas se aferran a experiencias pasadas, incluso si hay alternativas más eficaces, asumen un coste que los expertos llaman “prima de la memoria”. En el ajedrez, al menos, esta prima puede medirse de manera concreta.

Para cuantificar este fenómeno, Salant y su equipo analizaron partidas disputadas entre enero de 2013 y junio de 2021 en lichess.org, una plataforma de ajedrez online muy popular que permite jugar tanto en la versión clásica como en Chess960.

El primer paso fue eliminar del análisis a los jugadores con menos experiencia, específicamente aquellos que habían hecho menos de 20 aperturas en partidas estándar dentro del sitio. Luego, los investigadores centraron su atención en unos 147.000 jugadores que probaron Chess960 por primera vez, siempre con las piezas blancas, que son las que inician el juego.

En el ajedrez estándar, cada una de las 20 jugadas iniciales tiene, en promedio, un 5 % de probabilidad de ser seleccionada. Sin embargo, algunas aperturas son mucho más populares que otras. Salant y sus colegas consideraron como “jugadas en memoria” aquellas que los jugadores ya habían utilizado anteriormente en partidas clásicas. Y descubrieron que, en Chess960, la probabilidad de que un jugador repitiera una de esas jugadas conocidas aumentaba unos 4 puntos porcentuales respecto a la media del 5 %, lo que demuestra una fuerte influencia del recuerdo.

Un ejemplo destacado es la jugada D2 a D4, es decir, avanzar dos espacios el peón frente a la dama, una de las aperturas más comunes. Aproximadamente tres cuartas partes de los jugadores analizados —unos 110.000— habían utilizado esta apertura en partidas estándar. De ellos, un 20 % volvió a hacer exactamente la misma jugada en su primera partida de Chess960, sin importar qué pieza estuviera colocada detrás del peón D2. En cambio, entre quienes nunca habían realizado esa jugada en el ajedrez clásico, solo el 10 % la eligió en Chess960. En otras palabras, tener la jugada en la memoria duplicaba las posibilidades de que se usara en un contexto nuevo y desordenado.