Rodeado por el bullicio de escolares que disfrutan de un día en el agua y bajo un sol que se abre paso entre las nubes, Kai Hockley reflexiona sobre una trayectoria sorprendente. Un viaje que le ha llevado desde el norte de Londres a Sídney, San Francisco y una estancia en Barcelona. A sus 19 años, es habitual encontrarle en la Academia Nacional de Vela de Weymouth & Portland, en la costa sur de Inglaterra, a más de 200 kilómetros de su casa. Allí, o está entrenando en el gimnasio o navegando por el Canal de la Mancha en su WASZP, una embarcación de vela con hydrofoils para una sola persona.
Un mentor y un comienzo inesperado
Su realidad actual dista mucho de sus días de colegio en Haringey, un distrito londinense de grandes contrastes sociales. Allí se dedicaba a lo que él llama “deportes normales”, como el fútbol y el baloncesto, hasta que un profesor le introdujo en el mundo de la vela. Hockley se refiere a él como “‘el Alex Ferguson de nuestro colegio’, en un guiño al exitoso exentrenador del Manchester United”. Ese profesor era Jon Holt, jefe de estudios de la Greig City Academy.
Hockley recuerda una asamblea en la que Holt habló de su equipo de vela y animó a los alumnos a unirse. “Todo el mundo pensaba: ‘¿De qué está hablando? ¡Aquí no hay barcos!'”, recuerda. Pero la curiosidad pudo más y, junto a su madre, se acercó al embalse local un martes después de clase. “Empezamos a navegar en Picos y Lasers (pequeñas embarcaciones de iniciación). Mi madre entendió de qué iba todo cuando el señor Holt le envió algunas fotos”, cuenta a The Athletic. En pocos años, Hockley pasó de ser “un completo novato” a una de las promesas más brillantes del deporte.
Bajo la tutela de Holt, Hockley y otros tres estudiantes aprendieron los fundamentos de la navegación. El profesor sacrificaba sus fines de semana para llevarlos a competir por toda Inglaterra, desde la Isla de Wight hasta Liverpool. “Incluso antes de que yo empezara, él ya había recaudado fondos para comprar y restaurar un barco viejo”, explica Hockley. “Era muy exigente, pero siempre estaba ahí, animándote a salir al agua. Tener a alguien así en tu esquina fue el principal motor”. Eso sí, con 12 años, Hockley y sus compañeros tuvieron que aprender a buscar patrocinadores para financiar los costes, consiguiendo un compromiso de 100.000 libras en tres años tras su primera presentación.
El salto a la élite y un deporte en busca de diversidad
Hoy, Kai Hockley es navegante en desarrollo del equipo británico de SailGP, liderado por el legendario Sir Ben Ainslie, cuatro veces medallista de oro olímpico. Su talento llamó la atención de Ainslie durante unas prácticas en 2024. También forma parte del Athena Pathway, un programa de desarrollo creado por Ainslie y la doble campeona olímpica Hannah Mills para acelerar el crecimiento de nuevos talentos y promover una mayor diversidad en la vela de alto rendimiento.
La propia organización de SailGP reconoció en 2020 que “nuestro deporte carece gravemente de diversidad racial”, añadiendo que “podemos y vamos a hacerlo mejor”. En declaraciones a The Athletic, afirmaron estar “tomando medidas activas para derribar barreras”, aunque admiten que “todavía queda mucho por hacer”.
Aunque Hockley aún no ha competido oficialmente en SailGP, el campeonato internacional a menudo descrito como la “Fórmula 1 de la vela”, se está formando como grinder. Se trata de un rol de enorme exigencia física que él mismo define como “el motor del barco”, una posición que espera ocupar durante la próxima década. Además, trabaja en el equipo de tierra, responsable del mantenimiento de los catamaranes F50.
La evolución física y técnica de la vela
El rol de grinder que desempeña Hockley es un reflejo de la transformación que ha sufrido la vela. Tradicionalmente, la Regla 42 del Reglamento de Regatas a Vela establece que los barcos deben competir usando “únicamente el viento y el agua para aumentar, mantener o disminuir su velocidad”. Sin embargo, esta norma es cada vez más difícil de aplicar en las competiciones modernas.
En algunas clases olímpicas, la regla se suspende con cierta fuerza del viento, lo que convierte la habilidad de navegar en una actividad eminentemente aeróbica, donde la potencia física es crucial. La tecnología foiling (el uso de hydrofoils que elevan el casco fuera del agua) ha llevado esta exigencia al extremo. Esta evolución ha desembocado incluso en la creación de competiciones como la Pump Foil World Cup, donde los atletas, sin necesidad de viento, se impulsan sobre una tabla con foil utilizando únicamente la fuerza de sus piernas y el movimiento de su cuerpo.
La cantera global: la competición universitaria
Mientras la élite compite en circuitos de alta tecnología como SailGP, la base del deporte se cultiva en otros ámbitos, como el vibrante circuito universitario estadounidense. Este fin de semana, por ejemplo, el equipo de vela de la Universidad de Tulane inaugura su temporada de otoño en Corpus Christi, Texas.
El equipo, conocido como Green Wave, competirá en los campeonatos SEISA Singlehanded and Match Race y en la Lone Star Regatta, organizados por la Universidad de Texas A&M. Tulane llega como vigente campeón de los campeonatos SEISA, donde el año pasado lograron una victoria aplastante con Kelly Holthus al timón en la categoría de match race y con triunfos individuales de Ava Anderson y Matheo Capasso. La competición se desarrollará desde el viernes 12 hasta el domingo 14 de septiembre, demostrando la solidez y competitividad de la cantera de la vela a nivel mundial.
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